LO SERIO SE LEE MENOS:

TAMBIÉN LEÉ LO IMPORTANTE: (Un blog para que los ciudadanos hagamos y propongamos proyectos propios o ajenos, y los discutamos!!
ESTE BLOG ES UN ESFUERZO PARA ESTIMULAR A LOS CIUDADANOS PARA DEJAR DE SER PARIAS DOMINADOS

viernes, 7 de diciembre de 2012

Felipe muchas veces enfermó, pero 104 años vivió.

FELIPE

-Creo que vale la pena que te relate algo de mi suegro, porque fue un personaje único. Será un relato Incompleto porque tiene muchas otras anécdotas que apenas escuché. Eslabón perdido entre un tiempo que se fue y otro que no termina de llegar, Felipe fue como un libro abierto. Estoy seguro que te va a interesar por ese motivo y por otros.

-Siempre me dijeron que fue un tipo de salud muy endeble hasta que al final murió. Pero antes de eso hay varias anécdotas con sus enfermedades y sus permanentes malestares.

-Me cuenta mi esposa que Felipe andaba mal de aparato digestivo, y que sus pulmones siempre fue fuente de preocupaciones. No se bien que tenía porque todo está dentro de una nebulosa que nadie conocía en sus detalles ni el mismo Felipe. Una vez, se sentiría tan mal decidió ir a operarse (ni me preguntes de qué).  Entonces se fue desde Pigüé a La Plata solo, porque su mujer y los 3 pequeños, uno de ellos la que luego fue mi esposa, no podían acompañarlo. Dicen que el proceso fue complicado pero no sé más que eso. Creo que algo intestinal. Tan mal estaba que los medicos le dijeron que saque pasaje de ida solamente.

-La cuestión que su ida casi cortó el vínculo, pues en esa época ni existía la telefonía de larga distancia. Y no creo que haya habido cartas del iletrado a su familia. Pero Felipe apareció luego de operado en el Hospital Italiano, cuando ya casi ni lo esperaban, bien recuperado. No se cuanto paso en Buenos Aires con poco dinero solo y enfermo, pero ya tenía amplias esperiencias en vida de vagabundo.

-Se cuenta que una vez se internó en el hospital local en estado desesperante, tanto que ya andaba el cura del pueblo con su unción extrema. A la mañana siguiente mi suegra, llegó al hospital bien temprano: a las 5. El pobre esposo estaba tirado en una cama bajo el cuidado de una enfermera-monja, ya esperando un desenlace. Lucía -así se llamaba la heroica esposa- encuentra a la monja rezando. Esperanzada por su creencia le dice: -Tenga fe Lucía, mientras hay vida hay esperanzas.

-A los 4 o 5 dias ya andaba Felipe nuevamente con su carro vendiendo su mercadería por las calles de Pigüé. Se levantaba a las 5 de la mañana para regar su quinta. Si, claro que chupaba mucho frío, y era esa una causa por la que frecuentemente paraba su carro frente al hospital para hacerse revisar los pulmones. Les explicaba a los médicos que él no podía morir porque tenía su familia y su quinta que de ninguna manera podía abandonar. Por causas diversas se presentaba en el nosocomio de tanto en tanto dando su argumentación de que su vida pendía de un hilito.

-Le explicaba  a los médicos que estaba al borde de la muerte, pero morír no esa un lujo que podía darse. Pero ellos siempre le decían que estaba bien y le daban alguna medicina para que no molestara. Era la dicusión eterna y el tiempo probó que Felipe tenía la razón, porque finalmente murió hace poco en un geriático de Pigüé a los 104 años. Ya se podía dar el lujo.

-Iba al hospital público, pero igual, a su manera, reconocía el trabajo del médico. Felipe no confiaba en las acciones desinteresadas de la gente. Pensaba que “la platita” -conocida expresión de mi gran amigo-, movía no sólo al mundo, sino a las personas de su propio entorno. Por eso pensaba que aun en el Hospital Municipal los médicos ponían más interés en sus vecinos si sacaran algún beneficio. Y como en esa pequeña ciudad todos se conocían hasta en sus ubicaciones y domicilios, tarde o temprano Felipe pasaba con su conocido carro, por la casa del profesional a dejar una bolsa de arpillera con verduras.

-Lucía, su esposa y mi suegra, que siempre la vi saludable y muy laboriosa, murió como 25 años antes que Felipe. Cada uno saque sus conclusiones, aunque un solo caso no nos sirva para generalizar. De todas formas yo creo que la esperanza de vida no depende mucho de las visitas que uno haya hecho al médico, sino que, para hacer un pronóstico, se requiere un estudio detallado, que de todas formas nos puede decir sólo algo muy genérico.

-Hay tanto para decir de Felipe que uno no sabe por donde empezar. Yo lo conocí de unos 62 años. Lo vi por primera vez entrando a la quinta de unas 3 hectáreas donde vivían. Venía conduciendo a su fiel caballo, matungo. Este no era sólo el caballo que lo ayudaba, era un miembro más de la familia como una preciada mascota. Presencié toda su normal operatoria. La escena para mi era algo inusual pues siempre había vivido en Buenos Aires.

-Mis últimos recorridos durante años fueron entre la facultad y mi casa. Ya recibido, con 2 años trabajando en Bariloche seguía siendo un ignorante de todo lo agrario. Por ese motivo miré con mucha curiosidad el trabajo de quien iba a ser mi suegro. Me llamó la atención esa comunidad de dos que formaba Felipe con su noble y obediente ayudante, equino de ley: Lo separó prolijamente del carro y le quitó todo el equipo que hacía de vinculo entre el animal y el carro que tiraba. Ya libre, le dió agua en un balde, que el caballo bebió casi entero. Luego su abundante comida vejetariana.

-Esa comunidad se notaba  claramente en el armonioso recorrido de ventas de las verduras frescas de su quinta por todo el pueblo. Su rutina era sencilla: cosechaba lo que calculaba que iba a vender esa mañana, lo cargaba en su carro, luego amarraba su magnífico matungo al carro y salía a hacer recorrido diario a eso de las 9 de la mañana. A esa hora salía, pero se levantaba a las 5 por todas las tareas previas al recorrido. La quinta estaba a un costado del pueblo, del otro lado de la vía del ferrocarril.

-Felipe conducía su carro más allá del paso a nivel. Luego cargaba en su brazo su canasta para la venta y bajaba del carro tocando los timbres de los clientes. Esto significaba que con silvidos y voces conducía a su caballo por control remoto. Desde la vereda, Felipe le daba las órdenes de detenerse o avanzar y hasta de doblar. Una armonía perfecta salvo cuando se demoraba por culpa de alguna clienta exigente o charlatana. Entonces el noble animal parece que se cansaba de esperar y arrancaba su marcha en cualquier momento para continuar el recorrido.

-Más o menos a las 12 ya había agotado el stock y regresaban a la quinta que era el hogar de ambos. A esa hora en punto sonaba una sirena que hombre y caballo reconocían. Matungo había condicionado sus reflejos a ese sonido y ya no entendía razones ni controles remotos. Y si Felipe se demoraba, entonces él por su cuenta emprendía el camino de regreso que bien conocía. Un peligro, porque más de una vez el equino con su carro cruzó la vía de regreso apresurado por su recompensa en agua y comida.

-Felipe dió muchas vueltas por Argentina antes de estacionarse en el sur de la Provincia de Buenos Aires. Trabajó de lo que pudo, comió lo estricto, viajó en trenes de carga, y hasta llegó a dormir debajo de los puentes. Ahorró todo, no se como, durante más de 15 años. Visitando a algún paisano por los pagos de Pigué encontró una quinta que se vendía. Estaba en una zona inundable del otro lado de la estación. Contó sus ahorros -contar dinero era algo que hacía muy bien- y la compró: había realizado casi a los 40 años el sueño de su vida que era tener una tierra donde trabajar para si mismo.

-Era por fin, un hombre feliz, que tenía tierra suficiente, sus dos brazos y ganas de trabajar en lo que había visto hacer en su Italia natal: sembrar y cosechar. Su comida al menos estaba asegurada. Fue por más y pudo, de a poco, ir construyendo en SU quinta y dentro de ella, una casa muy modesta. Recién allí se animó a pensar en la niña que había visto en Italia y que era unos 10 o 12 años menor que él. Y la pidió por carta, no se como pero la pidió.

-Todavía eran los tiempos en que la gente sobraba en Europa. Por ejemplo, las semiáridas tierras del sur de Italia, no daban para más. Por esa misteriosa razón que todos conocemos, antes las mujeres, tenían 10 o 12 hijos. Por eso era una bendición ubicar a una hija en el nuevo mundo, con buenas esperanzas de sobrevida. La alternativa para la mayoría era triste en esas tierras saturadas de pobladores, ya con todos los rincones fértiles en producción. Por esa razón le mandaron a Lucía sin problemas. Ella tampoco tenía muchas alternativas que digamos. Así que ser transplantada al sur de una America todavía semi-desértica, con un Felipe bastante mayor que ella. Y Lucía vino a unirse con felipe de quién sólo había escuchado historias, pero seguramente para ella era un buena opción con alternativa esperanzada.

-Así que Felipe ahora había completado su periplo con chacra, casa y mujer!. Poco tiempo jmucho trabajo le llevó hacer del yuyal un verjel con molino y tanque australiano. Gallinas y un par de cerditos no le faltaron. Y hasta una vaca iba creciendo!!! Sin problemas para alimentarse ambos vivían en el mejor de los mundos. Tierra fértil y pródiga, con muchos paisanos para visitar, tampoco le faltó vida social. El colmo de los bienes fue que podía vender muy bien el excedente de su producción o permutarlos por otros productos que no tenían. Era ya hora de una familia en serio.

-Felipe ni sabía que era el último exponente de un sistema productivo que ya había terminado. Pero el continuaba haciendo, por ejemplo, dos filas de choclo, mientras que un poco más lejos otro productor sembraba sus 200 hectáreas con maíz. Matungo era el que lo ayudaba a hacer los surcos mientras el arrojaba las semillas. Ya las grandes máquinas reemplazaban el trabajo de muchos, tanto en la siembra como en la cosecha.

-Pero Felipe era un hombre feliz que trabajaba mucho. Con eso subsistía frente a la economía de escala. El dinero se iba juntando de a poco, vendiendo parte de su producción, pues casi toda la alimentación de la familia venía de la tierra y la vaca lechera. El mismo hacía el queso y la manteca. De a poco hubo otras necesidades que había aprendido a negociar intercambiando por sus productos. Puro trueque le llaman. Como su costumbre era vivir al milímetro, de tanto en tanto hacía parar a Matungo para preguntar el precio de alguna casa barata en venta en el pueblo. Así, a lo largo de los años, y casi sin darse cuenta había acumulado como 6 o 7.

-Luego te sigo contando, pero sacá tus conclusiones mientras yo saco las mías.

-La chacrita, granja o quinta unifamiliar, fue la manera de producir alimentos desde que el hombre se hizo sedentario. Tal vez el 70 u 85 % de la gente vivía de esa forma. A partir del maquinismo del siglo 19 y 20, las cosas fueron cambiando de a poco. Hoy día son menos del 5 % los trabajadores rurales. Depende de los países. Ese cambio es muy profundo y cambió todo en el ser humano. Hay mucho escrito sobre este tema y es conveniente tenerlo muy presente para comprender nuestra situación actual con respecto al pasado. En pocos años todo es diferente y comprenderlo bien significa ni más ni menos que saberse ubicar en el presente, para poder proyectar el futuro.
  
-Si te gustó, quedá atento porque la historia sigue.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Jardín de infantes ERAN LOS DE ANTES!!

Jardín de infantes ERAN LOS DE ANTES!!

-Casi no me creen cuando digo que con 4 o 5 años yo caminaba 4 largas cuadras para ir al preescolar solito. “La Luz del Porvenir” era una asociación vecinal que nos albergaba. La habían creado un grupo de vecinos y amigos de Versailles, entre los cuales estaba mi papá, que posiblemente haya sido el creador de ese nombre, ciertamente muy significativo.

Yo solito caminaba: dos cuadras por Dupuy (luego Roma) pasando frente al Ateneo, luego cruzar la plaza de Versailles en diagonal, luego seguía Dupuy, una cuadra más hasta el jardín de infantes (en esa época no se hablaba de peescolar). Sin problemas salvo uno que luego te cuento.

-Loteo nuevo, Versailles era un barrio en formación donde los vecinos se ayudaban para hacerse la casa. Entre todos construyeron la sociedad vecinal en un lote (o dos?) profundo. Tenía dos salas al frente, una de las cuales se usaba como jardín de infantes. Tenía un gran patio de baldosas y un escenario al fondo. Luego te contaré porque recuerdo bien al escenario.

-La “Luz del Porvenir” estaba como a 4 cuadras de la estación del trencito, centro del loteo que hicieron “los ingleses”. La zona este era la pobre, porque al oeste de la estación los ingleses habían construido lindos chalecitos para su personal del ferrocarril. Si no me equivoco, la “Luz del Porvenir” sigue estando allí sobre la calle Dupuy como a 100 metros de la placita del barrio.

-Poco me acuerdo y lo cuento del jardin o preescolar y lo cuento. Se que ingresé con 4 añitos hasta que el 2 de mayo de 1941 cumplí los 5.

-Lo que mejor recuerdo es un hecho que me dejó una lección.  Todavía conservo en el dedo índice de la mano derecha la cicatriz de un centímetro. Un día, en mi regreso a casa, a unos 30 metros del preescolar, vi a lo alto una ventana abierta. No pude resistir a mi tentación de trepar para ver que había del otro lado!! Con mis manos hacia arriba pegué el salto para agarrar el borde de la ventana, y allí fue cuando mi dedo se vió herido por un clavo de punta, que seguramente había sido puesto para disuadir a los intrusos. Creo que aprendí la lección.

-Hoy, lo que me llama la atención es cómo ese hecho me dejó una huella tan profunda en mi personalidad. Puedo resumirlo en la máxima de “no meter la mano sin saber bien que hay del otro lado”. O más general: “evaluar las consecuencias posibles de tus actos antes de meterte” Y lamento no haber prestado toda la atención que la máxima merece.

-De las clases, solo me acuerdo que había nenas y nenes que dibujábamos hasta que dos maestras decidían que iban a tomar unos mates. Entonces nos mandaban al patio. Por supuesto que era el escenario levantado un metro que nos fascinaba. Los buenitos jugaban en el patio, y los más atorrantes encontramos un agujero para meternos debajo del escenario donde la oscuridad nos asustaba y nos tentaba.

-Las maestras no nos dejaban meternos allí pero había una rendija por la que podíamos espiar si se acercaban caminando por el largo patio. Un día, en esa penumbra exitante, una nena dió rienda suelta a su curiosidad por saber que era lo que teníamos “allí” los varones, y por supuesto se despertó también nuestra curiosidad de signo contrario. A ese interés colectivo siguió la exibición anatómica de ambas partes en cuestión. No pasó nada más que eso, ni recuerdo si las manos ampliaron la experiencia. visual. Solo recuerdo una niña que se mostró enterita.

-Y se terminó este relato!!: “La Luz del Porvenir”, los vecinos, mi papá, los ingleses, El trencito, Una lección trascendente, Mi caminata sin problemas todos los día por el barrio, y la primer lección de anatomía.

lunes, 3 de diciembre de 2012

El Ateneo Popular de Versailles

EL "ATENEO POPULAR" SE TUVO QUE AGUANTAR.

-En esa época y edad me sobraba el tiempo. Por suerte tenía al Ateneo. Vivía a media cuadra y desde muy chico iba allí porque siempre había algo interesante. Mis primeros recuerdos se ubican en la cancha de basquet y de paleta. Era tan pibe que ni miraba el partido de basquet ese día. Era de mañana y yo un coleccionista nato me había dedicado a juntar palitos de helados. Eso me indica que estábamos en verano

-Estaba Don Carlos, el bufetero, un tipo bárbaro y un amigo que a veces me daba una empanada de hojaldre con dulce de membrillo. Esa mañana lo vi cuando abrió el bufett, pues con el partido correspondían algunas ventas. De inmediato puse los palitos de helados en el bolsillo y fui al bufet a saludar a mi amigo. Lo era porque facilitaba mi otra colección: la de tapitas de gaseosas y cerveza. Carlos me permitía que revisara en la zona de su mostrador de despachos, mis preciadas chapitas.

-Vení peladito, ¿me vas a ayudar?- me dice Carlos. Y claro que le iba a ayudar porque no era una ayuda desinteresada la mía. Su bufett abarcaba todo el ancho de los 2 o 3 lotes que ocupaba la cancha de basquet, que ese día estaba repleta. Por el terreno del costado, que era de Suarez, se accedía a su depósito de botellas y otras cosas. Ya le había ayudado y sabía que el trabajo era duro, pero tenía una buena recompensa. Por suerte que él no me exigía mucho. Yo ya sabía donde debía llevar las botellas vacías y de donde sacar las llenas para llevarlas.

-Una ves que cumplí con su consigna, seguí viendo el partido. En realidad ni entendía el juego y andaba jodiendo en medio de la gente que me decían: pelado salí de aquí, pelado lo otro. Con los bolsillos llenos de palitos de helado y chapitas, ya me estaba aburriendo. Me aventuré a ir más hacia el fondo, y vi el pozo donde iban a construir la pileta. Di esa vueltita para llegar hasta la cancha de paleta, porque me gustaba ver el juego.

-En cierto momento algo me decía que tenía que volver a mi casa, a media cuadra del Ateneo. Estaba mi papá y eso me hizo tomar conciencia de que era domingo. Es muy posible que fuera diciembre de 1942, o enero de 1943, pues creo que yo había terminado primero inferior y pasado a primero superior. El pelo me lo había cortado mi mismo papá que tenía una maquinita. Para esa época ya no me picaba la cabeza, lo que me dice que la rapada había dado resultado.

-Había entrado sin que mi papá me viera. Fue fácil porque el estaba trabajando para adaptar la casa a las cambiantes necesidades de la familia: Ya éramos 6, y mi hemanito, el negrito, ya caminaba por todos lados: un peligro. Mis hermanas ya andarían por los 12 y 13 años y ayudaban en la casa. El callejero era yo. El regreso invariablemente era una reprimenda por la roña que tenía. Primero fui para el fondo para aligerar mis bolsillos, descargando la preciada carga en una caja vieja de galletitas. Una de mis hermanas me descubrió primero y le alcagüetió a mi mamá. Gracias a su bondad, mi mamá me ayudo a limpiarme y no hubo drama con mi papá.

-Mi intuición que la comida estaba cercana era correcta. Además se confirmaba que era domingo, porque había tallarines y en la radio se escuchaba a «Los 5 grandes del buen humor». Cuando mi papá me vió me inspeccionó con la mirada y no dijo nada: El trabajo de limpieza había dado resultado. Sólo me preguntó si me seguía picando la cabeza. La enorme radio de madera estaba en lo alto, para que los chicos no la tocáramos. En medio de la algarabía colectiva nos devoramos los tallarines ayudados a reir por los 5 grandes. Suerte que Carlos me había dado una empanada.

EL MISTERIO DE ACTUAR CONTRA NUESTROS INTERESES.

http://proyectosargentinos.blogspot.com.ar/


¿Actuamos contra de nuestros intereses?

¿Por qué motivo muchas veces hacemos cosas contrarias a nuestros intereses?

-Si, las hacemos. Hay infinidad de ejemplos. Uno: muchas veces forcejeamos para entrar al subte (el metro) y no dejamos salir a los que entran. Comprendemos que sería mucho mejor, más rápido, más civilizado y más justo hacer una cola en cada puerta, dejar bajar con amplitud, y luego entrar por orden. En general lo entendemos bien, pero resulta que en la realidad, en la práctica diaria, si tratamos de hacerlo bien es más probable que no podamos entrar al coche.

-El tema es entonces no tanto un problema de entendimiento sino de que el interés individual choca con el social. Claro que el entendimiento es previo a todo comportamiento social, y muchas veces es difícil asimilarlo. Incluso hay situaciones en que la cuestión es discutible. Claro, un maleducado y prepotente, si empuja tiene mayor probabilidad de entrar.

Otro ejemplo discutible: ¿La gente comprende que la huelga perjudica al sistema productivo? Creo que lo comprende: Días caídos y situación tensa entre productores y empleados atentan contra la economía en general. Pero ¿Esa situación es peor que el salario bajo para unos y las altas ganancias para otros? La gente en general prefiere ir a la huelga en defensa de sus intereses y no se preocupa de la economía vista globalmente. Para saber si se trata de un caso similar al del subte hay que analizarlo muy a fondo. Me gustaría que en este y otros casos se abra el debate popular, por todos los medios posibles y durante cierto tiempo.

-Parecería que el interés personal o de grupo es a veces contrario al interés general. Un periodista interrogó a un joven robando algo de un supermercado en un saqueo: “¿no pensás que esta acción está contra del interés general?” Y el muchacho contesta: “A mi no me importa nada de nada. Vea como todos se llevan las cosas y a nadie le pasa nada. ¿Quiere que me quede mirando en la vereda?” Ante el hecho consumado, la posibilidad sin consecuencias personales, el interés individual o de grupo; parecería que el hecho antisocial es inevitable. ¿Cuál es la solución? Me parece que debemos crear mucha mentalidad social mediante el diálogo y la discusión.

-TAMBIÉN LOS MALOS EMPRESARIOS PUEDEN EVALUAR A FAVOR DE SU INDIVIDUALIDAD. Si ellos pagan menos de lo que el empleado merece, y si ellos emprenden una lucha muy desesperada por obtener las mayores ganancias, a la larga están actuando en contra del interés general. Todo el sistema funciona mejor si los empleados ganan mejores sueldos, porque ese dinero va al consumo, y los empleadores en conjunto van a vender más, que es su fuente de ganancias

Nuetro proyecto DE FUTURA MATERIA “EDUCACIÓN PARA LA VIDA, DEL PROYECTO EDUCATIVO DE LA AVCP (hac) quisiera dar a los alumnos todos los elementos para tener mejores elementos de decisión, sobre todo a los que tienen inclinación para emprendedores o empresarios. Por supuesto, todo nuestro sistema de Proyectos tiene en un primer plano el INTERÉS GENERAL.

Unite a los proyectos de la asamblea ciudadana AVCP, dale, mira: http://proyectosargentinos.blogspot.com.ar/

domingo, 2 de diciembre de 2012

La autoestima.


LA AUTOESTIMA, ALGUNAS REFLEXIONES PARA AYUDARTE A UBICAR MEJOR EN LA SOCIEDAD

-Todas las personas pueden desarrollar ciertas virtudes. Cada uno siempre puede encontrar una actividad con la que se siente a gusto. No solo lo dice la teoría sino también la experiencia. Por eso en el Proyecto 3 de la AVCP (hac) se piensa en una escuela que tenga muy en cuenta esta realidad. También en ese sistema de proyectos se estima que la sociedad debe hacer, ayudar mucho más por desarrollar la habilidad de cada uno y también ayudarlo para que la integre en su vida laboral.

-Cuanto más niños somos, más estamos sujetos a aprender y a reaccionar ante los estímulos. Las personalidades se forman mucho más por los efectos de la educación que por lo que se trae genéticamente. Como nunca se deja de aprender, siempre podemos aspirar a ser lo que queramos ser, si ponemos empeño suficiente. Siempre es bueno apropiarnos de la idea de que andamos bien en ciertas cosas y nunca pensemos que en algo somos intrínsecamente deficientes, como aquellos que dicen “yo nunca aprenderé matemáticas”.

-Pasa que nos ponemos las pilas en determinados aspectos más que en otros y así vamos inclinándonos en esos temas. Jamás pensemos que en otras cuestiones somos perdidamente ineptos porque no es cierto. Es muy natural, conveniente y recomendable darnos máquina allí donde aprendemos y disfrutamos haciendo algo, siempre pensando que andamos bien y que podemos hacerlo siempre mejor.

-Tampoco es cuestión de ser excesivamente monotemático, porque la naturaleza humana da para muchas habilidades en la misma persona. Eso sí, hay que tener la filosofía de aprender a gustar de eso que por cualquier motivo uno Tendrá que hacer. También es cierto que podríamos dedicarnos a otras cosas que no sean nuestra inclinación inicial. Me parece bueno pensar que uno podría hacer casi cualquier cosa que otros hacen. Y que la limitación está en el tiempo disponible para aprenderlo.  Con eso adquiriremos una condición de auto confianza favorable a nuestro desarrollo.

-Una desviación inútil es el auto-bombo injustificado. Siempre es preferible pecar por decir de menos que de más, pero siempre debes estar seguro que podrías hacer algo en el futuro. Uno es lo que muestra ser y no lo que dice ser. Y si tienes que contarlo, debes estar muy seguro de poder mostrarlo, llegado el caso. Trata de evaluarte en el punto justo. Seguro que algo dominas bien y no es pecado resaltar lo que sabes. No intentes aquello que está muy lejos de tu alcance pero prueba con lo que tal vez podrías. Toma las dificultades como experiencias de aprendizaje y nunca como fracasos. Prueba una y otra vez. Aprende a disfrutar de intentarlo y si cometes errores re inténtalo otras veces si se puede.

Nunca pierdas tu autoestima. Debes saber que los que te rodean tienen sus rollos y que te pueden lastimar sin saberlo o sabiéndolo. Nunca digas “no puedo”, di “debo estudiar más”, debo pensarlo mejor, debo averiguar otras cosas. Si piensas que no puedes NO PODRÁS. No trates de bajar a los demás para parecer más alto, aunque ellos hagan eso contigo. Siempre debes tener bien afilada tu herramienta principal: tu pensamiento te permitirá comprender bien el problema y su entorno.

-A la larga o a la corta, lo que siempre se valora es el esfuerzo que uno hace, el trabajo y el empeño. Lo que te da la naturaleza es un regalo que debes compensar con tu trabajo. Con la tenacidad en el estudio y en la investigación. No bajes tu autoestima. Si no pudiste hoy mañana podrás. Horacio  

viernes, 30 de noviembre de 2012

Hicimos una escuela en Bariloche

Los vecinos construimos una escuela en Bariloche.

Resumen: La cooperadora y varios profesores construyeron, hace casi 30 años la escuela de 15 aulas en Albarracín al 300, en Bariloche, con rifas y locros sin un solo centavo de presupuesto del Estado provincial.

-¿Te cuento una historia que tiene mucho de personal? Te la cuento porque hay muchas cosas interesantes. Eso si, dejo librado a tu imaginación el final de la historia.

-No suelo relatar lo que ahora voy a hacer, un poco por pudor, por ser yo mismo uno de los actores. Hablar solo, sin oposición, sin nadie del otro lado, no es lo que hago normalmente.

-Te cuento: Por los años 70 avanzados, vivíamos con mi esposa y nuestros tres hijos en San Carlos de Bariloche, en un departamento a unas 4 cuadras del Centro Cívico. Ella fue docente y daba clases en el Colegio (nunca supe el nombre, si es que lo tenía) comercial de la calle Albarracín al 300. Para el que conoce Bariloche: paralelo al lago están: La costanera, O’Connors, Mitre, Perito Moreno, Ada M. Elflein, Angel Gallardo,Tiscornia y Albarracín. Cuando vayas por allí visitá el Colegio. Yo daba una horitas de matemáticas en el nocturno (escuela técnica).

-Nuestra ciudad, tal vez por ser de rápido crecimiento, tenía deficiencias edilicias para educación. Por eso nuestra escuela tenía turnos de mañana y tarde, Escuela Comercial, y un nocturno de Técnico, donde yo trabajaba para contribuir mejor a la economía familiar. El predio contaba con unas 5 o 6 “aulas”, donde podían amontonarse unos 20 0 25 alumnos en cada una. Antes había sido “La carpintería de Balaban” o algo parecido, donde acomodaron un poco las cosas para poder usarla como escuela (muy deficiente).

-Las deficiencias yo las pude apreciar pues el año que yo di clases pasé realmente frio a pesar de unas estufas a gas que habían puesto poco tiempo antes. Eran esos artefactos que se cuelgan de las paredes, con un quemador infrarrojo y que nunca funcionaban bien. Los mismos dejan en el aire los productos de combustión como cuando uno prende la cocina a gas. Pero como muchas veces funcionaban mal, además largaban una buena cantidad de monóxido de carbono, muy peligroso.

-Pero existía un buen ambiente humano. Una cooperadora que funcionaba y colaboraba, Buena gente en general y buenos chicos. Entonces mi esposa, que daba clases por la mañana, se movilizó porque la queja era general. El colegio dependía de Viedma (Capital de la Provincia), a 1000 Km de distancia de casi imposible comunicación en esa época. Para colmo, por esas casualidades de la política, los escasos recursos provinciales, se quedaban siempre varados en Viedma, y un poco en ciudades cercanas, pero nada para Bariloche, ya sea con gobiernos civiles o no. La dictadura militar en el 78, estaba todavía poco quemada. Allí las cosas se movían por carriles diferentes al de los centros como la Capital: casi ni se notaban las diferencias entre los gobiernos civiles y los militares.

-Mi esposa y yo ambos nos movilizamos con la finalidad de dar algo mejor a esos chicos, y a los profesores, para que sus trabajos sean más eficientes. Ya que todas las gestiones en Viedma eran pateadas para más adelante y la necesidad era perentoria, intentamos hacer una escuela nueva entre todos: En el mismo predio había lugar.  Entonces ella convocó a una reunión entre, profesores y la cooperadora presidida por el señor José Jalil, conocido vecino emprendedor. En esa reunión, que fui invitado, Miguelina, mi esposa, expuso el problema ya que se venía el invierno en poco tiempo. Todos dijeron que no se podía hacer nada, ya que se habían hecho infinidad de trámites en la capital provincial sin ningún resultado concreto. Había que seguir así. Todos dijeron NO SE PUEDE. Salvo Jalil, Miguelina, yo y algunos amigos dijimos “veamos”. Yo tenía algo pensado en mi cabeza y ya había tomado algunas medidas. Dije mi plan y dibujé  proyecto en el pizarrón. Habíamos invitado a una arquitecta que era profesora en el colegio. Vimos que mi plan era factible, pero la arquitecta que daba clases y que estaba en la reunión dijo: “yo, en esto no me meto”. Jalil me miró fijo y me dijo: ¿“Ud, ingeniero puede hacerlo”?  -Tengan en cuenta que yo soy Ingeniero electrónico, puedo hacer el cálculo, y un esquema, y dirigir a los obreros.-
-Aclaré que si bien el plan contemplaba un total de 24 salas en total, muchas de las cuales podrían ser aulas. Podrían construirse de a poco e ir usándolas a medida que estuvieran listas.

-Entonces Jalil dijo, “Bueno, manos a la obra” y allí nomás se puso a organizar un gran locro inicial para los primeros gastos y difundir la idea. Mi proyecto fue hacer en el fondo del predio la estructura de hormigon de 4 plantas, con 6 habitaciones de 5x6m, 3 de cada lado y un patio central de 5 metros de ancho. La mayoría de las 24 habitaciones podían ser aulas, otras baños y otras administración. Mi proyecto se prestaba a hacerlo escalonado y pretender 3 aulas en una primera etapa. A eso nos largamos!!!!. Conseguimos la madera del encofrado, los obreros que sabían hacer el encofrado y los fierreros. A los 2 meses estábamos llenando el primer tercio de la planta baja, que era el 8% del total de losa!!!!. Tan bien nos fue con los locros que nos alcanzó bien para ese primer tramo. Nos entusiasmamos.

Jalil organizó otra reunión y dijo: “Amigos, en dos meses hemos adelantado mucho, creo que hemos demostrado que se puede, y les propongo seguir adelante con todo el hormigón de la obra completa.” Por supuesto su entusiasmo contagió. Y seguimos sin pedir permiso a nadie. En Viedma ni idea tenían de que construímos solos. Seguimos y no fue fácil, aunque la cooperadora había perfeccionado mecanismos de mangueo. Hasta se organizó un partido de futbol entre el seleccionado local con el equipo de boca, para recaudar fondos.

-Costó. Teníamos amigos del Intendente, quién trató de no molestarnos pese a las quejas de los arquitectos por la obra sin responsables del colegio de constructores. Yo hice primero un esquema y más adelante conseguí un Ingeniero constructor que nos hizo los planos. Hice los cálculos amarreteando un poco, pues el presupuesto no existía. El gremio de los constructores profesionales, que no habían querido colaborar agitaban el avispero para que pararan la obra, pero seguimos. Créase o no, en poco más de un año hicimos unos 1000 metros cuadrados de hormigón, con la técnica del mangueo, locro, rifas, bailes y operarios de segunda. Tantas eran las presiones que el intendente me pidió a mi personalmente que le diera una respuesta al “Colegio de Constructores” de la ciudad. Entonces pedí una pericia técnica al INTI. Vinieron un par de Ingenieros civiles y se pusieron a estudiar, probar y medir la estructura de hormigón ya terminada. Hicieron dos obsevaciones de poca importancia que fueron rápidamente corregidas. Ya no podían molestarnos mucho.

La parte de la mampostería costó poco, el techo un poco más y más aún hacer los baños y la instalación de gas y los artefactos tiro balanceados. Pero salimos adelante, y las aulas se iban usando a medida que se terminaban, creo que a la larga quedaron unas 15 aulas usables. no eran muy amplias pero cabían entre 25 y 30 alumnos cómodos en cada una. Hubo mucha oposición abierta o encubierta.

La oposición a la obra, más que nada, fue por intereses. Sembraron todo tipo de dudas. Nadie podía creer que pidiendo pudiéramos hacer semejante escuela. Pero ya pasaron casi 30 años y allí está. El que se esforzó mucho fue el finado José Jalil, que con Miguelina, Lola y otros profesores y padres lograron juntar fondos. Mi trabajo (dar la idea, hacer el proyecto, cálculo, dirección) no fue gran cosa en comparación con el de ellos, que con su voluntad y decisión lograron concretarla. Si vas por Bariloche, andá a verla.

Sé muy bien que las obras deben hacerse como corresponde, con presupuesto y empresas responsables. Pero nuestra necesidad no permitía demoras burocráticas. Si bien no hicimos ni siquiera contabilidad, NUESTRA modesta escuela tenía todo lo que ese tipo de edificios requiere. A groso modo calculamos que nuestro costo fue SOLAMENTE el 15 % !!!! de lo que gasta el Estado en algo similar.  

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Un relato verdadero de mi infancia!!!! Biyu!!!

Cuento para chicos grandes y para grandes con algo de chicos en su corazón


Titi! Titi!! -me llamó mi mamá, con voz de preocupación. 
Yo me asusté y me alarmé un poco, abandoné el martillo en el suelo y fui corriendo a la cocina a ver que pasaba. Ella estaba bien, como siempre haciendo la comida. Entonces me dice: 

-Fijate que entró un perro y se fue derecho al galponcito.
En esa época no sólo los perros podían entrar a mi casa (y a otras casas también) sin mucho problema. La puerta de alambre tejido con armazón de caños trabajados, estaba sujeta con un lazo de alambre o trapo cuando nos acordábamos de ponerlo. Seguramente alguno la dejó abierta -debo haber sido yo mismo- de par en par y por ese motivo se metió el perro. Pero ¿Que clase de perro era? ¿porqué vino a refugiarse a casa? Era un misterio porque nunca antes había pasado!.

-Echalo! me dice.
Entonces voy a ver en el galponcito y de la primera mirada no veo nada, luego de recorrer con la vista el amontonamiento de cosas, que era el orden usual de mi reducto preferido. ¿No se habrá metido allí abajo? -pensé. Me tiré al suelo húmedo de ladrillos comunes y alcancé a ver algo luego que mi vista se reacomodó a esa oscuridad. Distinguí unos ojos replandecientes que me miraban fijo y de a poco una boca semiabierta mostrando unos dientes  largos y blancos colmillos amenazantes que me decían: 
-Yo, de aquí, no me voy.

Ambos nos quedamos sin cambiar de posición, hasta que pude distinguir claramente un perro blanco que iba aflojando de a poco su pánico. Mi mamá era bastante blanda y sus exigencias nunca resultaban terminantes, por eso pensé en algún arreglo. Voy a la cocina y le explico, exagerando mucho mi imposibilidad de echarlo.
 
-Bueno -me dice -cuando venga papá le diremos que se ocupe él. -Ya bastante trabajo tengo yo con ustedes 4 como para atender a un quinto. Dejalo por ahora.
En lugar de echarlo -cosa que por otra parte iba a significar toda una operación que yo repudiaba realizar- disimuladamente busqué algo para darle de comer. No puedo recordar que le dí pero el perro intruso recibió con mucho agrado, y comió con cierta desesperación a pesar de que no parecía nada flaco.

Por un rato me olvidé del tema y volví a mi martillo, clavos y cajones usados que pacientemente desarmaba sentado en el suelo del patio, para reciclar la madera para mis obras infantiles. Creo que tenía 8 años, pero te puedo estar mintiendo porque tal vez tuviera 9. No sé.
 
Yo estaba más bien contento, porque pensaba en la posibilidad de hacerme un nuevo y fiel amigo. Sólo había tenido amistades esporádicas con perros de otros chicos.
 
Mi papá vino, como siempre, a la una a almorzar, pero en ese momento no podía más que comer rapidito e irse a trabajar al trote. De todos modos, mi mamá no le contó la novedad. No se si adivinando mi esperanza, o porqué no quería complicarlo.

Durante toda la mañana visité solo una vez a mi probable amigo y comprobé que estaba en su lugar. 
No sé que habrá dicho la maestra esa tarde, porque yo estaba concentrado en la novedad e imaginando todo tipo de aventuras en paseos con mi nuevo perro blanco. Cuando vine de la escuela y llegué a casa, ni me saqué el guardapolvo para comprobar rápidamente su presencia: todo seguía igual. Esta vez me resultó más fácil conseguirle algo para comer pues mi mamá estaba en la piecita del fondo zurciendo medias o algo parecido. Quise tentarlo a salir un poco de su guarida poniendo la comida a un par de metros de su refugio, pero no se movió. Entonces salí, y luego de un rato comprobé que había comido todo. 

Mi papá vino cuando ya caía la noche, y por suerte -pensé yo- el galponcito no tenía luz. Recién cuando estabámos los 6 en la mesa cenando mi mamá le contó la novedad: no se inmutó y siguió cenando con los buenos modales de siempre. Había esperanzas. Parecía un duro e inflexible, pero yo sabía que para ciertas cosas no lo era tanto.

-Parece muy bueno y es blanquito y lindo- dije yo varias veces, mientras mis hermanas mayores me tiraban sonrisas cómplices. 
Mi hermano, el negrito, tendría unos dos años y mostraba indiferencia total: no parecía preocuparle y ni lo había visto. El enojo de mi mamá ya se parecía más a resignación, mientras explicaba todos los inconvenientes de tener un perro en la casa. Casi me estaba diciendo que la nueva tarea tendría que ser exclusivamente mía, dada la reacción blandengue de mi papá, quien dijo: -Bueno, si no se va solo, el sábado vemos.
 
Seguimos comiendo normalmente como si no hubiera pasado nada. Pensé que era sólo mi corazón el que bricaba de alegría.

Esa noche me costó dormirme y me desperté a la mañana temprano cuando mi papá ya había partido para su trabajo y mis hermanas se preparaban para salir. Acostumbraba a quedarme remoloneando en la cama, pero esa mañana, tomé conciencia de la situación y esperé atento hasta que "las chicas" se fueran a la escuela y mi mamá al mercado. Entonces, así como estaba me fui a visitar a mi amigo, con la seguridad de encontrarlo allí. Tardé para que mi visión pudiera acomodarse a la oscuridad del galpón, a esa temprano hora. 
Y... GRAN SORPRESA: Se trataba de una perra lamiendo a incontables cachorritos recién nacidos, que buscaban a tientas las tetitas de la gran madre múltiple, la que luego fue bautisada como Diana.

Las que ponían los nombres eran mis hermanas. Nunca supe el motivo de que pusieran Diana a mi perra madre. También habían puesto mi apodo Titi. Te imaginás que yo era un juguete de carne y hueso para ellas, que me llevaban 5 años Nora y 6 Alba. Y un día me contaron que mi nombre viene de mis respuestas afirmativas a media lengua: ti, ti. 
Muy naturalmente había aceptedo mi nombre como el de Diana.

A los pocos días de la maternidad los perritos se hicieron unas pelotitas peludas que pasaban sus horas jugando y formado una fila en la pancita de su madre pródiga. Diana era ejemplar y todos estábamos embelesados de tan admirable espectáculo. Tratábamos de ayudar y ella nos dejaba tomar en brazos a sus juguetones, hermosos y cariñosos hijos. Diana era blanca con unas pocas manchitas negras, y uno de ellos, al que yo levantaba siempre, era negro con unos pocos mechones blancos. 

Lo de la perra me hizo pensar en mi mismo y en toda mi familia. Mi papá era una pieza clave para nosotros y el único que salía a trabajar bajo patrón, y nunca se me había cruzado por la cabeza la idea de no tenerlo, como parecía ser el caso de la cría de Diana y sus cachorros.

El Negrito, era mi hermano menor, cuyo nombre también fue de la creación de "las chicas". El también aprovechaba a jugar con los cachorritos cuando Diana se estiraba al sol para darse calor a si misma y a sus pequeños. Yo solía mirar extasiado y filosofar: ¿Porqué tan ditintos si son todos hermanitos? ¿Quién es, donde está el papá de los cachorros? me preguntaba repetidamente.

Nuestros recursos eran los justos, pero nos ingeniábamos para alimentar a la insaciable Diana. El resto lo hacía ella con sus abundantes recursos de madre. Por un tiempo me olvidé de mis cajones de manzana, clavos y martillo, para observar y jugar con los nuevos integrantes de la familia. Por ese tiempo no corrí el riesgo de fallar en el martillazo y repetir el proceso de un cambio de uña. Mi nueva preocupación era proteger a esa familia, insertada con mi ayuda y a regañadientes dentro de la mía.

Esa pregunta del papá de los perritos y de la diversidad se la hice a mi mamá. Me explicó a su modo y yo puse sus palabras en un riconcito esperando entenderlas mejor algún día: ¿Cómo es eso de que cada perrito puede tener un papá diferente y una sóla mamá? ¿Qué se había hecho de los padres?. 
La cuestión es que el problema seguía creciendo, decía mi mamá, y pronto habría que darle comida a todos. Yo veía el problema y aceptaba la postura que era indispensable regalar algunos. 

Cuando quería jugar con alguno, levantaba el negrito de manchas blancas, y me lo llevaba a otra parte de la casa. Diana me miraba con mirada permisiva, al menos así lo veía yo. A veces lo traía a la cocina, donde comíamos los 6, ahora 7. Me sorprendió lo pronto que me aceptaba alguna cosita que no fuera la leche materna. 

Con esa magia que tenían Nora y Alba para poner justo el nombre adecuado, Biyú y yo aceptamos inmediatamente la sugerencia. 

A los pocos días, al hacer la rutina mañanera de levantarme para iniciar el día, como siempre, fui a ver a tan particular familia. Encuentro sólo a Diana con el Biyú. Ya mi mamá me había explicado con paciencia que ya nosotros éramos muchos y que si yo me portaba bien le dejaríamos un perrito. Yo mismo elegí al Biyú. Lo comprendí y ya lo había aceptado por más doloroso que fuera. 

El Biyú quedó y a los otros "los regalaron", me dijeron. Acepté sin preguntar. Biyú se transformó inmediatamente en mi compañero de juegos y de paseos. Me seguía a todas partes mientras su mamá le hacía compañia a mi mamá. Finalmente ambas madres se hicieron inseparables amigas. Como si la mutua presencia se hizo una necesidad de ambas madres.

Biyú me acompañaba a hacer los mandados, y me costaba hacerlo quedar en la puerta de los locales de negocios. Pero pronto se acostumbró a la espera. Recuerdo que le gustaba ir a la panadería que estaba a 3 cuadras de casa, ¿Sería porqué en la caminata de la vuelta nos comíamos como medio pan francés de los 5 que entraban en un kilo? Mi mamá se acostumbró a la falta, pero a la carnicería iba ella. Biyú y Diana desgastaban los huesos de costilla que quedaban luego del almuerzo.

Me apasionaba ver lo rápido que crecía y cómo aprendía todas las lecciones. Si, eso que hacen todos los perros y cada uno de nosotros creemos que se trata del más inteligente del mundo. Con excepción de "La Gata" (así se llamaba) experimentada de tanto andar, y que había visto crecer a su pequeña competencia alimentaria, Biyú odiaba a los gatos. Le encantaba hacerse el enojado hasta con los simulacros de gato que yo le hacía con un escobillón: Lo desplazaba por los alambres y tirantes en los que se enroscaba la añeja parra de uva "chinche" que teníamos en el patio del fondo. Nunca supe si se prendía en el juego o ladraba con toda su furia porque se creía realmente que era un real y auténtico gato. Tanto se entusiasmaba que parecía pedirme con la mirada que repitiéramos el juego, cosa que yo hacía, y él reproducía su furor extremo. De eso no se cansaba nunca, yo si.


Un día, Biyú me siguió hasta la escuela y no hubo forma de disuadirlo y hacerlo volver. Cuando entré seguí viéndolo atento y medio perdido entre tantos guardapolvos blancos, mientras el portero trataba de echarlo. Fui al aula con la preocupación de que no sabría volver, porque nunca lo había hecho solo. Mi escuela estaba a 3 cuadras de casa y yo estaba seguro que nunca se había alejado tanto. Al primer recreo me asomé y el Biyú ya no estaba. Entonces pasé todo el tiempo pensando que lugares recorrer para encontrarlo. Al timbre final de salida, me escurrí como un rayo y llegué corriendo a mi casa.

Abandoné mis cosas y arroje mi guardapolvo en cualquier parte para explicarle a mi mamá (que como siempre estaba con su inseparable amiga Diana) lo sucedido, quién solo me tiró una mirada canchera con apenas una sonrisa, y salí volando a ver la cucha que tan pacientemente había construido con madera de cajones de manzanas. Adivinaste, el tipo estaba durmiendo completamente relajado.

Un día el Biyú desapareció del todo, y salí a buscarlo a la tardecita. Ya de noche volví solo, con una gran angustia. A la hora de la cena ninguno se animó a hablar del tema, ni de ninguna cosa. Creo que no solo era para evitar alimentar mi tristeza, pues esa noche faltaba un miembro de la familia. Solo a Diana se la veía como siempre, como diciéndonos que no nos preocupáramos, ya volvería. Era un viernes, y a la hora del queso y dulce, mi papá se animó a hablar y dijo, no se preocupen mañana salimos todos a buscarlo y con Diana lo vamos a encontrar enseguida. No se quien durmió esa noche. Tengo la impresión que yo caí como dormido con la imagen del biyú permanentemente rondando mi cabeza. 

A la mañana siguiente, luego de tomar la leche, hicimos un plan. Hasta mi mamá salío con mi hermanito que ya caminaba bien. Ellos hicieron un recorrido corto, como unas vueltas a la manzana. Mis hermanas salieron juntas para la zona de la escuela. Y mi papá me llevó a mi, eligiendo siempre algún camino donde nos parecía que había perros. Papá dijo que a las 2 horas nos encontraríamos en casa nuevamente con (o sin) el Biyú. Efectivamente, primero había llegado mi mamá porque debía hacer la comida, luego llegaron las chicas, y después nosotros. Al llegar al punto de encuentro, la cocina, en seguida se notaba que nadie había encontrado nada. No llorábamos, pero igual mamá trataba de consolarnos: ninguno de nosotros creíamos en su sinceridad cuando dijo que después de todo era un problema menos, por esto y por lo otro. 

Nos quedamos en la cocina un buen rato mientras las chicas fueron a hacer sus deberes de la escuela. Cuando la sopa estaba lista, el clásico llamado de mi mamá "A COMEEEER" aunque más débil que de costumbre fue escuchado por Alba y Nora. Pero no fueron ellas las que llegaron primero, sino el Biyú, que rengueando y desalineado vino en segundos, como siempre. Quedamos sin saber en que momento entró, pero estábamos seguros que había ido directamente a su cucha para reponerse del agotamiento.

Al mediodía o noche, a la hora de comer, ya era una costumbre que el Biyú se ponía debajo de la mesa, junto a mi, mirándome fijo entre mis piernas, asomaba su trompa dispuesto a tragar lo que viniera. Por supuesto que yo compartía mi comida, que de puro descuido siempre me servían con generosidad. Hasta llegaba algunas veces a darle un poco de mi queso y dulce, lo que es mucho decir, que mi papá repartía con precisión milimétrica.
 
Diana nos duró poco. Un día, luego de unos meses o tal vez al año, abandonó nuestro hogar y no volvió nunca más. Bastante más adelante sabría el motivo. Confieso que lloré y la vi muy triste a mi mamá. La busqué por todos lados. No hubo caso, no la encontré nunca más.

Yo dormía en la pieza del medio de nuestra casa tipo chorizo de mi barrio de Versailles, que mi papá iba levantado ladrillo a ladrillo, haciéndola crecer a medida que la familia crecía. Biyú dormía, al menos en el verano, en la puerta de mi pieza que daba al patio. Resultó cierto que a veces era una molestia, porque esta vez me tocó en carne propia: Ciertas  noches, el perro, obedeciendo a un recóndito mandamiento genético se ponía a aullar como un lobo, y no tenía forma de convencerlo de que desistiera de su inexplicable comportamiento.

En esas épocas de máxima buena onda que teníamos con el Biyú, me acompañaba en mis juegos infantiles con los chicos. La cancha de los juegos era la vereda del almacén de Don Marcelino Ramos, en Dupuy (luego Roma, para esa época recientemente pavimentada) y Marcos Sastre. Sobre esta, estaba la vereda de tierra, usada por nosotros para nuestos juegos de bolitas, de robaterrenos y del hoyopelota. Pero no te asustes que no te voy a explicar los flexibles reglamentos.

Estos juegos siempre eran conflictivos y no era nada raro que termináramos a las piñas. Yo andaba bastante bien para las bolitas y ese día ya habíamos programado un desafío con el campeón del barrio. En el medio del juego, interpreté que mi contrincante había violado el reglamento, robando como 30 cm cuando tiró y pegó a mi bolita. Las voces subieron de repente y estuvimos a centímetros de agarrarnos en riña. Gracias al Biyú, que salió en mi defensa mostrando sus colmillos amenazantes al campeón, infundieron temor a todos y la pelea no se produjo. No esperaba tal actitud del perro, pero comprendí hasta donde podía jugarse un amigo.

Por otro lado, ya nos habíamos acostumbrado a sus esporádicas desapariciones. Algunas duraban días, y el pobre siempre volvía flaco y hecho realmente una piltrafa. Ya no teníamos miedo de que se perdiera, pero sí que sus conflictos con otros canes lo arruinaran más de la cuenta. Los otros chicos más grandes me explicaron lo de las caravanas perrunas y el motivo de la diversidad entre tantos perritos semihermanos del Biyú. 

De pura casualidad, en una de esas excursiones con los pibes amigos del vagabundeo, veo a mi perro a lo lejos integrando una caravana de congéneres, en ese momento en espera, semi-dormidos en un terreno baldío. El Biyú me distinguió a lo lejos, me movio la cola pero no se apartó de su misión. De repente, se pone de pie la perra causante del amontonamiento y el resto la imita sin más tardar. A los pocos pasos todos se detienen, y él, como queriendo mostrarme el motivo de su peregrinación, intenta como si su turno hubiera llegado, pero fue inmediatamente interceptado por un perro enorme de la comitiva, y reprimido con abundantes mordiscos. Al alejarme lo vi medio maltrecho y en marcha, siguiendo la procesión.

En otra oportunidad también me originó problemas: Se le dio por morder a un chico del barrio, cosa que jamás había hecho. Alcancé a verle la marca de los colmillos en su pierna, y le dije "no se nota nada". Cuando llegó a su casa vino con su mamá y pidió hablar con los responsables del perrito. Le dije que mi mamá no estaba y me pidió que le avise pues el asunto de la rabia canina era sumamente peligroso y que debíamos llevarlo al Instituto Pasteur para que lo revisaran. Caso contrario harían la denuncia policial. A la hora de comer planteé el tema, y hasta mi papá me miró haciéndome el responsable de tal tramitación. Incluso me indicó como llegar a tal Instituto. Hasta me mostró donde quedaba en un mapa de la ciudad. Comprendí que no tenía ninguna alternativa. Esa misma tarde falté a la escuela y me decidí a ir al Instituto. De algo estoy casi seguro: tenía 11 años pues recuerdo el maestro a quién di la explicación el día siguiente.

Esa tarde fue muy significativa para mi por varias razones que ahora te voy a ir contando. Fue la primera vez que me vi obligado a entender un plano de la ciudad de Buenos Aires. Mi papá me lo había explicado y mostrado en el mapa. Debía tomar el trencito en Versailles, cuya estación estaba a 4 cuadras de mi casa. Una vez en Villa Luro cruzar por esas infinitas escaleras hasta el andén principal, y de allí esperar el tren que iba a Once (-ojo, fijate que sea uno que pare en Caballito, me dijo mi papá) y de allí caminar unas 15 cuadras hasta el Instituto. Pero una cosa es que te lo expliquen y otra cuando estás solo y tenés que llegar. Me llevé el plano para mirarlo en el viaje. En esa época los trenes llevaban un furgoncito para llevar bicicletas y paquetes en el tren, que yo aproveché para llevar a mi perro, tanto en el trencito como en el tren grande. Sin problemas  bajamos en Caballito. El Biyú más contento que yo ante tan extraño y singular paseo. Agarré por las calles que ya había estudiado en el mapa y quedé sorprendido como la realidad se correspondía con el trayecto que había estudiado en casa. Cuando llegué a Diaz Velez, la crucé con mucho cuidado porque había bastante tránsito, era doble mano y sin semáforos. Cuando encontré al parque Centenario supe con seguridad que estábamos en el camino correcto. Ya lo había visto otras veces viajando en el omnibus 119. Unas cuadritas más y llegamos al Instituto Pasteur con su inconfundible olor a perro. Al llegar alguien me dice:
-Sentate allí pibe que ahora te atiendo- Escuché la voz que obedecí en el acto. A los dos minutos me pregunta: -¿Que pasó con el perrito?- 
Fue muy comprensivo y con mucha paciencia me dijo que lo tenía que dejar en observación por no recuerdo cuantos días. Me dió un papel y me dijo: 
-Traeme este papel cuando lo vengas a buscar. Sin más trámite me hizo llevarlo a una jaula con rejas que estaba el lado. El tipo vió como, en silencio me caían las lágrimas apenas el hombre cerró la puerta de la prisión y me dijo: 
-Son sólo tantos días y te la llevas de nuevo, pero esto hay que hacerlo. La Rabia es algo terrible. 

La vuelta fue algo defícil, raro, con un profundo dolor inesperado por haber abandonado a mi perro. Nunca en mi vida he podido desprenderme de esa mirada confundida e inexplicable que me pedía que no lo dejara. Y con ese profundo dolor fui deshaciendo el camino hasta llegar nuevamente a la estación caballito hasta llegar a mi casa. Ese día no pude hacer nada, ni siquiera averiguar si el maestro había dado deberes en la escuela. La hora de la cena la sentí lúgubre y pesada. Como si hubiera contagiado mi dolor a todos, que ni se animaban a preguntarme nada, sólo la fecha para ir a buscarlo.

Y esa fecha llegó finalmente. Esta vez ya era un experto en ir al Instituto Pasteur. Llegué lleno de esperanza al mismo mostrador donde me atendió con la misma gentileza la misma persona quien tomó mi papel sin mediar palabras. Buscó entre sus carpetas y a los pocos minutos me dice sonriente que mi perro no tiene nada, y que me lo podía llevar. Anotó algo en el mismo papel, le puso unos sellos y unas firmas, me lo dió y lo guardé en el bolsillo.  

-Ahora vamos a buscarlo- Estaba con otros aburridos y angustiados canes. Yo lo vi en seguida y el tardó mucho más. Lo llamé y miró medio indiferente sin inmutarse. Me vió pero hizo como que no me conocía. Lentamente vino y le abrieron la puerta. No me movió la cola. Se dejó poner la correa y caminó muy lentamente a mi lado sin mostrar ninguna emoción por el reencuentro.
 
-¿Que pensaría?- me pregunté. 
Y seguimos caminando al mismo ritmo por la vereda del parque. Llegamos a caballito a cualquier hora y más tarde a casa. Mi enorme alegría estaba empañada por la reacción del animal que, por supuesto, no entendía nada. Tomó gran cantidad de agua y se fue directamente a su cucha. Durmió de corrido como 4 horas y al típico llamado de mi mamá para la cena, como siempre, él fue el que primero llegó. Como si nada hubiera pasado, adoptó la postura de siempre para aceptar gustoso la comida que le iba pasando. Allí ya me volvió el ánimo a mi alma acongojada pues parecía que todo estaba como siempre.

Y así fue, porque todo siguió como siempre: Era el compañero infaltable de las caminatas infantiles con "los chicos", mi amigo de juegos en el patio de casa, y el que invariablemente me acompañaba hasta la Escuela todos los días. 

Dos veces en la calle debí subirlo upa cuando advirtió la cercanía de "la perrera". Si bien se notaba que era experto en esquivar el lazo de esa mala gente, una vez cayó y lo tuve que ir a buscar a un recóndito lugar de Palermo, pagando la multa correspondiente, y cuyos pormenores mejor no relatar. 

Luego de la primaria fui al nacional Mariano Moreno. De a poco me fui viniendo un adolescente y mi refugio barrial era "el Ateneo". La relación con mi viejo amigo seguía siendo excelente, aunque más distante y esporádica. 

Un día, a la vuelta de mis deportes en ese club, mi mamá me dice que parecía que el Biyú estaba enfermo. Efectivamente, se había acurrucado detrás del lavaropas, donde se lo veía realmente mal. Respirando con mucha dificultad, me miraba con la visión perdida y no respondía a mis requerimientos. Me quedé un rato mirando acongojado sin saber que hacer. Luego volví a ver a mi mamá que me pidió que le hiciera un mandado. Al regresar, Biyú estaba muerto, inconfundiblemente muerto. Lo aparté de su rincón con enorme pena y comprobé que no repiraba. Le avisé mi mamá, a quien también se le escapó una lágrima. Lo cargué en una bolsa de arpillera y con el Biyú a un lado y la pala de punta en mi otra mano lo llevé a la vía muerta, hice el pozo y lo enterré.

Al rato tuvimos otra cena más en silencio.  

martes, 27 de noviembre de 2012

Mi primera infancia y la guerra!!! Hitler, Perón y mi Papá




DESDE CHICO Y SIEMPRE ME INTERESARON LAS CUESTIONES POLÍTICAS Y SOCIALES

-Nací en 1936, y desde muy chico escuchaba hablar de la gran guerra mundial. No podía entender bien de que se trataba!!!. Pero recuerdo que algunos chicos estaban bajo la influencia del nacismo de sus familias. Pero creo que el clima era de indiferencia.

-Papá, quién es ese Hitler, ¿es malo o bueno?-
Vaya pregunta difícil. Mi papá, medio de la línea de Alfredo Palacios no me aclaró nada el panorama, ni yo podía haber entendido.

-También me acuerdo del sobresalto emocional cuando les tiraron al Japón esas bombas atómicas. Había quienes condenaban a los alemanes. Las películas que pasaban en cine del Ateneo los mostraban malísimos. Pero los antinorteamericanos eran muchos también.

-Perón apareció por esos tiempos y el ataque a EEUU era su caballito de batalla. Como Coronel del Ejército Argentino, Perón había estado husmeando que pasaba en la italia de Musollini y la alemania de Hitler. En la lucha política muchos lo señalaban como faschista o nazi.

-Me parece que los milicos pensaron que para gobernar era mucho mejor si ganaban las elecciones. Y Perón -decía mi papá- sabía hablar y convencer. Por eso lo nombraron algo así como Ministro de Trabajo y Provisión en el gobierno militar del 43.

-Parece que desde ese ministerio el Coronel se había metido a los laburantes de mameluco y a los peones del campo en el bolsillo. Entonces prepararon el engaño- según la teoría de mi papá-: metieron a Perón preso en Martín García con la idea del levantamiento popular que efectivamente se produjo un 17 de octubre.

-Comprendiendo su imposibilidad de gobernar por las armas ya tenían al candidato para ser elegido por el pueblo: Cumplía las condiciones: facho, como todos ellos, y querido por el pueblo trabajador.

-Es que Perón desde el ministerio hizo el trabajo de impulsar el sindicalismo, hasta ese momento muy reprimido por el poder conservador de esa época. Entonces llamaron a elecciones para que en 1946 un presidente constitucional asumiera el poder político.

-Perón era el elegido por los milicos y luego lo fue en las elecciones. Su consigna era “Braden o Perón”. El embajador de EEUU, sin quererlo fue el nombre que le asignó a sus rivales políticos. Pero la verdad que ya había dado a los sindicalistas todos los privilegios populistas. No sería fácil.

-Los radicales, desplazados por los militares en el golpe de 1930 encabezaron la oposición al Coronel y al ejército. Tamborini-Mosca eran los candidatos. se formó la Unión Democrática integrada también por los socialistas, los comunistas y …(buscar)

-Perón-Quijano fue la fórmula triunfadora. Fue increíble para los otros que un  rejunte casi sin partidos que los sostuvieran (demócratas, conservadores, laboristas,...) accedieran al gobierno. Si, Perón supo crear sus propias bases con su prédica populista entre las clases más pobres.