-Casi no me creen cuando digo que con 4 o 5 años yo caminaba 4 largas cuadras para ir al preescolar solito. “La Luz del Porvenir” era una asociación vecinal que nos albergaba. La habían creado un grupo de vecinos y amigos de Versailles, entre los cuales estaba mi papá, que posiblemente haya sido el creador de ese nombre, ciertamente muy significativo.
Yo solito caminaba: dos cuadras por Dupuy (luego Roma) pasando frente al Ateneo, luego cruzar la plaza de Versailles en diagonal, luego seguía Dupuy, una cuadra más hasta el jardín de infantes (en esa época no se hablaba de peescolar). Sin problemas salvo uno que luego te cuento.
-Loteo nuevo, Versailles era un barrio en formación donde los vecinos se ayudaban para hacerse la casa. Entre todos construyeron la sociedad vecinal en un lote (o dos?) profundo. Tenía dos salas al frente, una de las cuales se usaba como jardín de infantes. Tenía un gran patio de baldosas y un escenario al fondo. Luego te contaré porque recuerdo bien al escenario.
-La “Luz del Porvenir” estaba como a 4 cuadras de la estación del trencito, centro del loteo que hicieron “los ingleses”. La zona este era la pobre, porque al oeste de la estación los ingleses habían construido lindos chalecitos para su personal del ferrocarril. Si no me equivoco, la “Luz del Porvenir” sigue estando allí sobre la calle Dupuy como a 100 metros de la placita del barrio.
-Poco me acuerdo y lo cuento del jardin o preescolar y lo cuento. Se que ingresé con 4 añitos hasta que el 2 de mayo de 1941 cumplí los 5.
-Lo que mejor recuerdo es un hecho que me dejó una lección. Todavía conservo en el dedo índice de la mano derecha la cicatriz de un centímetro. Un día, en mi regreso a casa, a unos 30 metros del preescolar, vi a lo alto una ventana abierta. No pude resistir a mi tentación de trepar para ver que había del otro lado!! Con mis manos hacia arriba pegué el salto para agarrar el borde de la ventana, y allí fue cuando mi dedo se vió herido por un clavo de punta, que seguramente había sido puesto para disuadir a los intrusos. Creo que aprendí la lección.
-Hoy, lo que me llama la atención es cómo ese hecho me dejó una huella tan profunda en mi personalidad. Puedo resumirlo en la máxima de “no meter la mano sin saber bien que hay del otro lado”. O más general: “evaluar las consecuencias posibles de tus actos antes de meterte” Y lamento no haber prestado toda la atención que la máxima merece.
-De las clases, solo me acuerdo que había nenas y nenes que dibujábamos hasta que dos maestras decidían que iban a tomar unos mates. Entonces nos mandaban al patio. Por supuesto que era el escenario levantado un metro que nos fascinaba. Los buenitos jugaban en el patio, y los más atorrantes encontramos un agujero para meternos debajo del escenario donde la oscuridad nos asustaba y nos tentaba.
-Las maestras no nos dejaban meternos allí pero había una rendija por la que podíamos espiar si se acercaban caminando por el largo patio. Un día, en esa penumbra exitante, una nena dió rienda suelta a su curiosidad por saber que era lo que teníamos “allí” los varones, y por supuesto se despertó también nuestra curiosidad de signo contrario. A ese interés colectivo siguió la exibición anatómica de ambas partes en cuestión. No pasó nada más que eso, ni recuerdo si las manos ampliaron la experiencia. visual. Solo recuerdo una niña que se mostró enterita.
-Y se terminó este relato!!: “La Luz del Porvenir”, los vecinos, mi papá, los ingleses, El trencito, Una lección trascendente, Mi caminata sin problemas todos los día por el barrio, y la primer lección de anatomía.
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